Hablar de personas tóxicas está entre los “trending topics” de las conversaciones. Estoy segura que has oído hablar de ellas o sabes de alguien que se haya cruzado con una por el camino. Lo que está claro es que la palabra tóxica se ha puesto de moda. Fundamentalmente para definir a los demás.
La mayor parte de los que se aventuran a describir las características de estas personas coinciden en que son victimistas, egocéntricas, manipuladoras, pesimistas y envidiosas.
Curiosamente, todas esas características que nos han definido a todos y cada uno de nosotros en algún momento de nuestra vida. ¿Alguien que tire la primera piedra?
Dado que estoy segura que todos y todas hemos caído en esa trampa alguna vez, quizás debamos dejar de definir a las personas de un modo tan hermético y sea más acertado hablar de RELACIONES tóxicas. Precisamente el victimismo que juzgamos del otro, es el mismo que utilizamos nosotros al no hacernos responsables de nuestra vida emocional y echar balones fuera cuando las cosas no van como deseamos y se vuelven incómodas. Esta táctica funciona como alivio momentáneo a una realidad que nos aterroriza: nadie es responsable de cómo nos sentimos, salvo nosotros mismos.
Toda relación implica a más de una persona y, por lo tanto, trae implícito un componente bidireccional. Éstas, bien sean de pareja, amistad, familiares o laborales, son el espejo donde, a veces, vemos nuestras sombras, y otras, la mejor versión de nosotros mismos.
Puede que todo dependa de nuestro grado de “permeabilidad emocional”. Un factor que se puede aprender a gestionar para adaptarnos a cada situación. Al fin y al cabo, tú eres quien bloquea o deja pasar la información y, con esto último, tienes la libertad interior de hacer lo que quieras. Recuerda que siempre puedes reservarte “el derecho de admisión emocional”.
El refranero popular lo conoce como “el malo conocido”. Los más modernos, en cambio, prefieren llamarlo “zona de confort”. Lo bauticemos de un modo u otro, lo que es seguro es que ese lugar cada vez tiene peor fama. Da la sensación de que todo el mundo quiere huir de ahí.
Hace poco me pasaron una receta que me llamó la atención. No era la última de Arguiñano pero tenía un título atrayente, por no decir inquietante. Se llamaba “Receta para la felicidad”. Al buscarla en Google topé con varias del estilo como “las 7 claves para ser feliz” o “Cómo ser feliz con 4 simples […]